Castro de Torroso


En la parroquia de Torroso del Concello de Mos, y en los límites con la de Petelos, se encuentra uno de los castros más singulares y antiguos de Galicia. 

Está en un outeiro sobre el valle del río Louro, protegido por los Montes do Galleiro y por la Serra do Galiñeiro, aunque tras las excavaciones arqueológicas realizadas entre los años 1984 y 1990, se ha vuelto a tapar y ahora solo veremos un montículo lleno de eucaliptos en su mayoría y bastante vegetación entre la que asoma algún vestigio del pasado.

Fue descubierto en 1983 después de que un temporal tirara algunos árboles y quedaran al descubierto trozos de cerámicas que fueron estudiadas por el equipo del Museo de Pontevedra, comprobando que se trataba de restos castrexos y promoviendo sus posteriores excavaciones. 

Dichas excavaciones se producen entre los años 1984 y 1990, viéndose muy limitadas y condicionadas por la necesidad de obtención de permisos y licencias, ya que algunos terrenos en los que se encuentra son de titularidad privada. Y eso mismo fue lo que impidió su consolidación y puesta en valor de las estructuras encontradas que fueron tapadas posteriormente.

De los distintos niveles de terreno estudiados se desprende que su fase de ocupación debió ser temporal durante el siglo VII a.C. por varios motivos, entre los cuales señalan los arqueólogos que los restos de cerámica encontrados de una misma pieza estaban en distintos niveles. 

Cuenta con una extensión de 2,8 hectáreas y a pesar de que fue muy poca la superficie puesta al descubierto, se encontraron restos de muros defensivos, aterrazamientos, bases de molinos de vaivén o naviculares, construcciones de cachorería de piedra con huecos para postes de planta semicircular con indicios de combustión en el centro de alguna de ellas, varias zanjas y fosas que pudieron ser utilizadas como silos, cabañas de planta circular y espiral en las cuales se empleó una mezcla de barro y jabre como argamasa...

Cabe destacar la amplitud de las construcciones encontradas, siendo una de ellas de 7,20 metros de diámetro, otra de 5,5 y otra de más de 15 metros, medida muy superior a la común de los castros de la segunda edad de Hierro lo que plantea varios interrogantes sobre su uso y tipo de cubierta empleada para la cubrición. En el interior se hallaron granos de trigo y bellotas carbonizados y de cerámicas.  

Dada su antigüedad, su sistema defensivo carecía de grandes murallas de piedra como estamos acostumbrados a ver en otros castros. En éste su estructura defensiva estaba compuesta por 3 fosos concéntricos con sus respectivos parapetos, siendo estudiado por el momento solamente el mas interior inmediato a la posible muralla con casi cuatro metros de profundidad. 

Los restos encontrados más numerosos son fragmentos de cerámica típica del área galaica de finales de la Edad del Bronce. Sencillos recipientes de perfil en S de fabricación manual y cocción defectuosa.

De la última fase de ocupación del poblado procede buena cantidad de objetos de bronce encontrados, como adornos: colgantes, aritos de collar, cuentas, agujas y una placa de cinturón con decoración damasquinada; útiles como un asa de caldero completa, una anilla de hacha o varios fragmentos de recipiente remachado; elementos de fundición: fragmentos de crisoles, restos de tortas, dos lingotes-barra o goterones; y piezas de hierro como la hoja de una pequeña hoz.  

En las excavaciones realizadas por el arqueólogo Antonio Peña Santos también fueron encontrados 3 grupos de grabados rupestres consistentes en varios grupos de cazoletas. 

Según Peña, los resultados indican que el poblado se ocupa a inicios del siglo VII a.C. y se abandona en los años finales de esta centuria, ello presupone que se trataría no solo del poblado castreño sino del asentamiento de carácter estable más antiguo de entre los conocidos hasta ahora en Galicia. La población del mismo poseía unas marcadas características autóctonas, propias de los focos culturales atlánticos de la fase de apogeo de la Edad del Bronce en transición al Hierro. Su base económica agrícola se complementaba con una fuerte actividad metalúrgica, y ciertos indicios sugieren la existencia de relaciones con otras áreas. Estas áreas son rastreables sobre todo por los hallazgos metálicos, y serían tanto los grupos tardíos de Campos de Urnas peninsulares, como sobre todo, los focos orientalizantes y fenicios del Sudoeste. 

Podréis encontrar más información sobre este castro en el libro: "Metalurgia galaica de la transición Bronce-Hierro: el Castro de Terroso"  

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